«La abuela ansiosa por conocer a la novia de su nieto, se arrepiente de inmediato»
Jorge siempre había sido el ojo derecho de su abuela Sofía. Desde que era niño, ella lo había mimado, colmándolo de regalos y afecto. Ahora, a los 25 años, Jorge estaba en su primera relación seria y, naturalmente, Sofía estaba ansiosa por conocer a la chica que había capturado el corazón de su nieto.
Valeria, una estudiante de posgrado de 23 años, llevaba saliendo con Jorge poco más de tres meses. Era hermosa, con una sonrisa rápida y una personalidad atractiva que parecía perfecta a primera vista. Sin embargo, Jorge tenía sus reservas sobre presentarla a su familia. Todavía estaban en las primeras etapas de su relación y sentía que necesitaban más tiempo para entenderse mejor.
A pesar de sus dudas, la persistencia de Sofía dio sus frutos y Jorge accedió a regañadientes a llevar a Valeria a cenar. La velada estaba preparada y Sofía pasó todo el día cocinando los platos favoritos de Jorge, ansiosa por causar una buena impresión.
En el momento en que Valeria entró en la acogedora casa de Sofía, la saludó con una sonrisa cálida, aunque algo ensayada. «Es un placer conocerla, señora López», dijo, entregándole a Sofía un ramo de flores.
La cena comenzó bien, con conversaciones ligeras y risas llenando el comedor. Sofía inicialmente quedó encantada con el discurso articulado de Valeria y su aparente interés en las historias de la infancia de Jorge. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche, comenzaron a aparecer señales sutiles de que no todo era tan perfecto como parecía.
El comportamiento de Valeria cambiaba cada vez que Jorge no estaba en la habitación. Su sonrisa educada flaqueaba y sus ojos a veces rodaban ante las vistas anticuadas de Sofía sobre el matrimonio y la familia. Sofía, siempre perspicaz, no se perdía estas señales, pero optaba por guardar silencio, esperando que solo fuera cuestión de nervios.
El punto de inflexión de la noche llegó cuando Jorge salió a atender una llamada telefónica. Valeria, pensando que estaba sola con Sofía, bajó la guardia. «Ya sabe, Jorge me dice que todavía le lava la ropa. ¿No cree que un hombre de su edad debería cuidar de sí mismo?» dijo con desdén, su tono lleno de condescendencia.
Sofía, sorprendida por el cambio repentino de tono, respondió con cautela, «Bueno, disfruto ayudándolo. Hemos sido el apoyo del otro desde que era un niño.»
Valeria resopló, «Me parece más bien mimos. Pero supongo que las personas mayores necesitan algo con qué mantenerse ocupadas.»
La habitación se enfrió con esas palabras. El corazón de Sofía se hundió al darse cuenta de que esta no era la chica bondadosa que había esperado para Jorge. Cuando Jorge regresó, ajeno a la tensión, Sofía forzó una sonrisa, su entusiasmo anterior reemplazado por un creciente sentido de arrepentimiento.
La velada terminó poco después, con Jorge sin saber nada. Después de que Valeria se fue, Sofía se sentó en su sala de estar, reflexionando sobre la noche. Sabía que debía hablar con Jorge sobre el comportamiento de Valeria, pero también temía alejarlo.
Los días se convirtieron en semanas, y la inquietud de Sofía solo creció al notar cambios sutiles en el comportamiento de Jorge. Parecía menos entusiasta, más retraído. No pasó mucho tiempo antes de que Jorge confiara en Sofía que él y Valeria habían decidido separarse. Las razones no estaban claras, pero Sofía sintió un alivio agridulce.
En la tranquila secuela, Sofía no pudo evitar lamentar su ansiedad por conocer a Valeria. Se dio cuenta de que algunas piedras son mejor dejarlas sin mover, al menos por un tiempo. Mientras reflexionaba sobre la velada que lo inició todo, sabía que su vínculo con Jorge necesitaría tiempo para sanar, pero se mantuvo esperanzada de que con el tiempo, así sería.