«Su Nombre Era Laura, Era Su Antigua Compañera»: Justo Antes de Nuestra Cena de Aniversario, Mi Marido Llamó y Dijo Que Necesitábamos Hablar
Cuando eres joven, a menudo te sientes invencible. Tomas decisiones por impulso, sin pensar en las consecuencias a largo plazo. Yo no era diferente. Conocí a Vicente cuando tenía 22 años, recién salida de la universidad y lista para conquistar el mundo. Él era encantador, ambicioso y todo lo que pensaba que quería en una pareja. Nos casamos al año de conocernos, convencidos de que nuestro amor lo conquistaría todo.
Avancemos cinco años, y estábamos viviendo una vida cómoda en un barrio residencial de las afueras de Madrid. Vicente había ascendido rápidamente en la empresa, y yo me había asentado en un trabajo que amaba como diseñadora gráfica. Planeábamos celebrar nuestro quinto aniversario de bodas con una cena especial en nuestro restaurante favorito. Había pasado semanas planeando cada detalle, desde la reserva hasta el atuendo que llevaría.
Pero justo unas horas antes de nuestra cena de aniversario, Vicente me llamó. Su voz estaba tensa y dijo que necesitábamos hablar. Mi corazón se hundió. Sabía que algo andaba mal.
«Penélope,» comenzó, «hay algo que necesito decirte.»
Me preparé para lo que venía a continuación.
«Su nombre es Laura,» dijo. «Era mi compañera en mi trabajo anterior.»
Sentí un nudo formarse en mi garganta. Laura. El nombre me sonaba familiar, pero no podía ubicarlo.
«Llevamos viéndonos unos meses,» continuó Vicente. «No quería que pasara, pero pasó.»
Mi mente corría mientras intentaba procesar lo que estaba diciendo. ¿Cómo podía estar pasando esto? Se suponía que íbamos a celebrar nuestro amor esta noche, no a destrozarlo.
«Creo que estoy enamorado de ella,» dijo Vicente, con la voz quebrada.
Sentí como si el suelo se hubiera desvanecido bajo mis pies. ¿Cómo podía hacerme esto? ¿A nosotros?
«Necesito tiempo para aclarar las cosas,» dijo. «Voy a quedarme con Eugenio por un tiempo.»
Eugenio era el mejor amigo de Vicente desde la universidad. Sabía que lo acogería sin dudarlo.
Al colgar el teléfono, sentí una oleada de emociones estrellarse sobre mí. Ira, tristeza, traición. ¿Cómo podía Vicente tirar por la borda todo lo que habíamos construido juntos por alguien a quien apenas conocía?
Pasé los siguientes días en una especie de trance, tratando de entender lo que había pasado. Repetía nuestras conversaciones una y otra vez en mi cabeza, buscando señales que hubiera pasado por alto. Pero no había ninguna. Vicente siempre había sido bueno ocultando sus sentimientos.
Una semana después, Vicente vino a casa a recoger algunas de sus cosas. Parecía cansado y desgastado, como si no hubiera dormido en días.
«Lo siento, Penélope,» dijo. «Nunca quise hacerte daño.»
Pero sus palabras se sentían vacías. ¿Cómo podía estar arrepentido cuando había elegido a otra persona sobre mí?
A medida que las semanas se convirtieron en meses, intenté seguir adelante con mi vida. Pero no fue fácil. En todas partes había recordatorios de Vicente y la vida que habíamos compartido. Nuestra cafetería favorita, el parque donde solíamos pasear a nuestro perro, incluso el supermercado donde hacíamos la compra semanal.
Me volqué en mi trabajo, esperando que me distrajera del dolor. Pero por más que lo intentara, no podía escapar de la sensación de vacío que se había instalado en mi pecho.
Un día, me encontré con Laura en una cafetería local. Ella parecía tan sorprendida de verme como yo de verla a ella.
«Penélope,» dijo, con la voz temblorosa. «No esperaba verte aquí.»
No sabía qué decir. Parte de mí quería gritarle por arruinar mi vida, pero otra parte sabía que no era completamente su culpa.
«Lo siento,» dijo, con lágrimas en los ojos. «Nunca quise que nada de esto pasara.»
Pero su disculpa no me hizo sentir mejor. No cambiaba el hecho de que mi matrimonio había terminado y que Vicente la había elegido a ella sobre mí.
Mientras me alejaba de la cafetería, me di cuenta de que necesitaba dejar ir el pasado si alguna vez quería seguir adelante. No sería fácil, pero era la única manera de sanar.
Al final, no hubo un final feliz para Vicente y para mí. Nuestra historia de amor había llegado a un final abrupto y doloroso. Pero tal vez, solo tal vez, aún había esperanza para que yo encontrara la felicidad algún día.