Mi hijo está casado, ¡pero quiere que limpie su casa a cambio de dinero!
Desde que Alejandro anunció su compromiso con Alejandra, tuve mis reservas. No era que Alejandra fuera desagradable o antipática; simplemente parecía, bueno, un poco demasiado acostumbrada a que le hicieran todo. Lo atribuí a diferencias generacionales e hice lo mejor que pude para darle la bienvenida a nuestra familia. Después de todo, Alejandro estaba en las nubes, y como su madre, su felicidad era mi prioridad.
La boda fue un evento fastuoso, y poco después, se instalaron en su nuevo hogar. No pasó mucho tiempo antes de que Alejandro se acercara a mí con una propuesta que me tomó por sorpresa. Quería que me encargara de la limpieza y organización de su casa. Incluso se ofreció a pagarme, citando sus ocupadas carreras como la razón por la que no podían mantenerse al día con las tareas domésticas. Me quedé desconcertada. ¿Realmente a esto había llegado mi relación con mi hijo y su esposa? ¿Iba a ser su limpiadora?
A pesar de mis dudas iniciales, acepté. Alejandro era mi hijo, y si esto era lo que necesitaba de mí, estaba dispuesta a ayudar. Además, pensé que podría darme la oportunidad de vincularme con Alejandra, de encontrar algún terreno común.
El arreglo comenzó bastante bien. Pasaba por su casa dos veces por semana, ordenando, lavando ropa y ocasionalmente preparando comidas para ellos. Sin embargo, rápidamente se hizo evidente que las expectativas de Alejandra y las mías estaban a mundos de distancia. Tenía formas específicas en las que quería que se hicieran las cosas, hasta la disposición de los cojines y el doblado de la ropa. No importaba cuánto me esforzara, nunca parecía cumplir con sus estándares. Alejandro se encontraba en medio, tratando de mediar entre su esposa y su madre, un papel que estoy segura nunca imaginó para sí mismo.
Las tensiones comenzaron a aumentar. Lo que comenzó como quejas menores escaló a discusiones acaloradas. Me sentía despreciada y aprovechada, mientras que Alejandra sentía que no estaba respetando su hogar. Alejandro estaba frustrado, dividido entre la lealtad a su esposa y a su madre.
El punto de ruptura llegó una tarde cuando escuché a Alejandra quejándose por teléfono con una amiga sobre «tener que lidiar con la madre de Alejandro». Mi corazón se hundió. Me di cuenta entonces de que ninguna cantidad de dinero valía la tensión que este arreglo estaba poniendo en nuestras relaciones. Decidí que era hora de dar un paso atrás.
Le dije a Alejandro que ya no podía limpiar su casa. La conversación que siguió fue una de las más difíciles de mi vida. Alejandro estaba decepcionado y Alejandra indiferente. Quedó claro que este arreglo había creado una brecha entre nosotros que no se repararía fácilmente.
En los meses siguientes, nuestras interacciones se volvieron más infrecuentes y tensas. Observé cómo mi relación con mi hijo y su esposa se volvía más distante, una víctima de buenas intenciones que salieron mal. Aprendí por las malas que mezclar roles familiares con transacciones financieras puede llevar a resultados inesperados y a menudo desafortunados.