«Mi hijo se divorció de su primera esposa hace cinco años. Engañó cuando sus bebés tenían solo unos meses»: No puedo aceptar a su nueva novia y aún no lo he perdonado

Han pasado cinco años desde el día en que mi hijo, Alberto, destrozó su familia. Fue una fresca mañana de otoño cuando Marta me llamó, su voz temblaba, apenas podía transmitir las palabras que cambiarían todo. «Nos está dejando», dijo. El dolor en su voz era palpable, un fuerte contraste con el tranquilo telón de fondo de nuestras habituales mañanas de domingo.

Alberto y Marta habían sido novios universitarios, su historia de amor era una que todos admirábamos. Cuando dieron la bienvenida a sus gemelos, Eliana y Jack, parecía que su felicidad estaba completa. Pero bajo la superficie, Alberto llevaba una doble vida. Mientras Marta se adaptaba a su nuevo rol de madre, pasando noches sin dormir y días interminables cuidando a sus hijos, Alberto estaba en otro lugar, enredado en un affair con Lucía, una joven de su oficina.

La verdad salió abruptamente cuando Lucía emitió un ultimátum. Estaba cansada de ser la otra mujer, oculta en las sombras mientras Alberto jugaba el papel de un esposo y padre devoto en público. Ante la posibilidad de perder a Lucía, Alberto eligió dejar a su familia. Los papeles del divorcio llegaron solo semanas después, dejando a Marta devastada y a los gemelos demasiado jóvenes para entender la ausencia de su padre.

Como madre de Alberto, estaba dividida. Mi instinto era apoyar a mi hijo, pero ¿cómo podía condonar sus acciones? Marta había sido como una hija para mí, y verla tan rota era insoportable. La situación se complicó aún más cuando Alberto rápidamente mudó a Lucía a la casa que una vez compartió con Marta. Se sentía como una traición no solo a Marta, sino a los valores de toda nuestra familia.

Los meses siguientes fueron difíciles. Marta luchaba por adaptarse a la vida como madre soltera, mientras que Alberto parecía ajeno al dolor que había causado. Las reuniones familiares se volvieron tensas, con la presencia de Alberto y Lucía recordando a todos la fractura en nuestra familia. Me encontré incapaz de aceptar a Lucía, no por rencor, sino por un profundo sentido de pérdida por lo que nuestra familia había sido alguna vez.

Han pasado años, y los gemelos ahora están comenzando la escuela. Conocen a Lucía, pero también recuerdan las lágrimas de Marta. Alberto insiste en que Lucía lo hace feliz, pero ¿a qué costo? Nuestras reuniones familiares siguen siendo tensas; las conversaciones son educadas pero carecen del calor que una vez disfrutamos. Veo el anhelo en los ojos de Marta cuando deja a los gemelos, un recordatorio de la vida que perdió.

He intentado cerrar la brecha entre mis valores y mi amor por mi hijo, pero el perdón no llega fácilmente. Cada evento familiar, cada festividad, está teñido de tristeza por lo que podría haber sido. Alberto ha seguido adelante, pero el resto de nosotros todavía estamos recogiendo los pedazos.

Como madre, amo a mi hijo incondicionalmente, pero no puedo ocultar mi decepción. Lamento la familia que una vez fuimos y lloro por el dolor que Marta y mis nietos han sufrido. El perdón es un viaje, y todavía estoy en el camino, esperando un día en que nuestra familia pueda encontrar la paz de nuevo.