Un malentendido provocó una ruptura en la familia. Lidia sentía que su generosidad estaba siendo aprovechada, mientras que Daniel y Ela creían que tenían derecho a decidir cómo utilizar el apoyo financiero. La situación se intensificó y la comunicación entre Lidia y la pareja se volvió tensa
Lidia siempre se había imaginado vínculos familiares estrechos, donde el apoyo fluyera libremente y el amor fuera el fundamento. Cuando su hijo, Daniel, anunció su compromiso con Ela, Lidia vio esto como una oportunidad para extender su calidez y generosidad a otro miembro de la familia. La boda fue un hermoso evento, y poco después la pareja se mudó a la casa que Lidia había heredado de sus propios padres. Con la ayuda de su esposo, Zbigniew, Lidia renovó la casa, transformándola en el hogar perfecto para la joven pareja.
Al principio, todo parecía ir según lo planeado. Ela, quien rápidamente ganó el corazón de Lidia, esperaba un hijo, y Lidia no podía estar más feliz con la idea de convertirse en abuela. Sabiendo que el trabajo de Daniel como profesor no generaba mucho dinero, Lidia y Zbigniew decidieron continuar apoyando financieramente a la pareja, proporcionándoles todo lo que necesitaban para su creciente familia.
Sin embargo, a medida que pasaban los meses, Lidia comenzó a notar un patrón preocupante. A pesar de la ayuda financiera, Daniel y Ela parecían tener dificultades para llegar a fin de mes. Lidia no podía entender a dónde iba el dinero, hasta que un día, los visitó sin previo aviso y encontró la respuesta. Una asistenta estaba ocupada limpiando la sala de estar, y en la cocina, un cocinero preparaba la comida. Lidia estaba sorprendida. Había asumido que su ayuda financiera se utilizaba para necesidades básicas, no para contratar personal.
Sintiéndose traicionada, Lidia confrontó a Daniel y Ela. La conversación que siguió fue tensa e incómoda. Daniel explicó que, con el niño y su trabajo, estaban demasiado abrumados para ocuparse de las tareas domésticas y la cocina. Contratar ayuda parecía la única solución. Lidia argumentó que el apoyo financiero estaba destinado a las necesidades del niño y a ayudarles a ahorrar para el futuro, no a servicios domésticos externos.
Los meses pasaron y la distancia entre ellos creció. Lidia se perdió los primeros pasos y las primeras palabras de su nieto. Las reuniones familiares se volvieron incómodas y escasas. La alegría de ampliar la familia y la emoción de ser abuela se convirtieron en una fuente de dolor y resentimiento para Lidia.
Finalmente, Lidia decidió terminar el apoyo financiero, con la esperanza de que esto enseñaría a Daniel y Ela a priorizar y gestionar mejor sus finanzas. Sin embargo, el daño estaba hecho. Una familia que una vez estuvo unida, ahora estaba dividida, y Lidia se preguntaba si los lazos podrían alguna vez repararse.