El Invitado Inesperado en la Cena
Al llegar a la casa de Tomás, Alejandra fue presentada a Simón, un amigo de trabajo de Tomás. Simón era un hombre de mediana edad, con una risa cordial y un temperamento alegre. Inicialmente, Alejandra no pensó mal de él, contenta de conocer a un amigo de su hermano. Sin embargo, una vez que todos se sentaron a la mesa, su opinión cambió rápidamente.
El primer signo de problemas apareció cuando Simón, sin pensarlo, alcanzó el pan sin lavarse las manos. Alejandra intercambió una mirada rápida e incómoda con Tomás, pero decidió ignorarlo, no queriendo causar un escándalo. Sin embargo, a medida que la cena avanzaba, la falta de modales básicos de mesa de Simón se volvía cada vez más difícil de ignorar.
El plato principal era una hermosa ensalada preparada por la esposa de Tomás, Ela. Era una colorida mezcla de verduras frescas, coronada con un aderezo casero. Cuando todos comenzaron a servirse, Simón tomó la cuchara para servir, llenó su plato de ensalada, y luego, para el horror de Alejandra, lamió la cuchara hasta limpiarla antes de ponerla de vuelta en el bol.
Un pesado silencio cayó sobre la mesa. La cara de Ela se puso roja, mientras que Tomás tosió incómodamente, tratando de romper la tensión. Alejandra apenas podía creer lo que acababa de ver. No era solo la falta de higiene básica, sino también la falta de cortesía básica.
El resto de la cena transcurrió en una niebla incómoda. La conversación fue rígida, todos estaban excesivamente conscientes de cada movimiento de Simón. Alejandra notó cómo Hana, la joven hija de Tomás, observaba a Simón con desconfianza, claramente perdiendo el apetito.
A medida que la noche llegaba a su fin, Alejandra no pudo resistirse a sentir alivio. Lo que debía ser un agradable encuentro familiar se convirtió en una lección de malestar, todo por una persona que ignoraba la etiqueta básica.
El camino a casa fue silencioso. Alejandra no podía deshacerse del sentimiento de decepción. Siempre había admirado a su hermano por su juicio y la compañía que elegía. Sin embargo, esa noche la hizo reflexionar.
En los días siguientes, Alejandra evitó las llamadas de Tomás. El incidente en la mesa de la cena dejó un sabor literal y figurado amargo en su boca. No se trataba solo de la falta de higiene; se trataba de respeto, algo que claramente Simón tenía poco.
La cena familiar siempre había sido una tradición valorada por Alejandra, un momento para construir lazos y crear recuerdos. Sin embargo, después de esa noche, no pudo evitar sentir que algunas tradiciones podrían ser mejor dejadas en el pasado.