Cómo Sobreviví a la Fiesta de Cumpleaños de Mi Marido con un Poco de Ayuda Divina

Déjame contarte sobre la vez que tuve que organizar la fiesta de cumpleaños de mi marido Jaime, y toda su familia decidió venir. Estamos hablando de tías, tíos, primos e incluso ese pariente lejano que siempre trae su propio Tupperware. Estaba aterrada porque, seamos realistas, cocinar para tanta gente no es broma. Normalmente paso al menos dos días en la cocina, y al final de todo, soy un zombi andante.

Este año, decidí cambiar mi enfoque. Sabía que no podía hacerlo sola, así que recurrí a Dios en busca de ayuda. Empecé a rezar semanas antes, pidiendo fuerza, paciencia y tal vez un poco de intervención divina en la cocina. También pedí a mis amigas Inés y Natalia que me tuvieran en sus oraciones. Fueron súper solidarias e incluso se ofrecieron a ayudar, pero estaba decidida a manejarlo yo misma esta vez.

La noche antes del gran día, estaba despierta hasta tarde preparando ingredientes cuando sentí una abrumadora sensación de calma. Era como si Dios me estuviera diciendo: «Tú puedes con esto.» Respiré hondo y decidí confiar en que todo saldría bien.

A la mañana siguiente, me desperté temprano y comencé a cocinar. Mientras trabajaba, seguía rezando en silencio, pidiendo guía y agradeciendo a Dios por cada pequeña cosa que salía bien. ¿Y sabes qué? Las cosas empezaron a encajar. El horno se precalentó perfectamente, la masa subió justo como debía, e incluso la receta familiar notoriamente caprichosa para la lasaña salió increíble.

Cuando la familia de Jaime empezó a llegar, sorprendentemente estaba tranquila. Brian y Ethan ayudaron a poner la mesa mientras Sadie mantenía entretenidos a los niños. Todos estaban de buen humor y la comida fue un éxito. No podía creer lo bien que estaba saliendo todo.

Al final de la noche, estaba agotada pero increíblemente agradecida. Sabía que sin la ayuda de Dios y el poder de la oración, habría sido un desastre estresado. En cambio, pude disfrutar de la celebración e incluso tuve algunos momentos para sentarme y charlar con todos.

Así que, si alguna vez te encuentras en una situación similar, no dudes en pedir un poco de ayuda divina. Créeme, marca toda la diferencia.