Detenidos por exceso de velocidad: Una reacción inesperada de mi amiga rusa

En un soleado viernes, mi emoción era palpable mientras conducía al aeropuerto para recoger a mi amiga Ariana, que venía de visita desde Rusia. No nos habíamos visto en años, y su visita era algo que había estado esperando con ansias durante meses.

Al salir del aeropuerto, nos sumergimos en la conversación, poniéndonos al día sobre todo el tiempo que habíamos perdido. La carretera estaba relativamente despejada y la discusión absorbente. Sin darme cuenta, pisé un poco demasiado el acelerador. Lo siguiente que supe fue que las luces parpadeantes aparecieron en mi espejo retrovisor: un policía me señalaba que me detuviera.

Un poco desconcertada, obedecí, deteniéndome en el arcén. El agente se acercó al coche y bajé la ventanilla, tratando de parecer tranquila. Me explicó que había estado conduciendo demasiado rápido y me disculpé, reconociendo mi error.

Mientras el agente regresaba a su vehículo para redactar la multa, Ariana se volvió hacia mí con una mirada de confusión. «Entonces, ¿qué pasa ahora?» preguntó. Le expliqué que probablemente el agente estaba escribiendo una multa por exceso de velocidad, que tendría que pagar más tarde.

Ariana parecía sorprendida por el procedimiento. “En Rusia”, comentó, “situaciones como esta a veces se manejan… de manera diferente.” Dudó, luego continuó, “¿No es posible aquí simplemente darle un soborno al agente y seguir tu camino?” Me sorprendió su franqueza y la naturalidad de su pregunta.

Rápidamente le expliqué que en España, sobornar a un agente es ilegal y muy desaconsejado. No solo intentar sobornar a un agente probablemente resultaría en un arresto, sino que también va en contra de los principios de la ley y se considera una ofensa grave. Ariana escuchó atentamente, su expresión una mezcla de shock y curiosidad. Era evidente que las normas a las que estaba acostumbrada eran muy diferentes de las de aquí.

El agente regresó, me entregó la multa y explicó la multa y los puntos que se añadirían a mi historial de conducción. Me recordó conducir con seguridad, especialmente con invitados en el coche. Mientras nos alejábamos, Ariana estaba callada, reflexionando sobre la interacción que acabábamos de tener.

Esto abrió una conversación más profunda sobre las diferencias culturales en los sistemas legales y las normas sociales. Ariana compartió historias de sus experiencias en Rusia, donde las infracciones menores a menudo no conllevan consecuencias tan estrictas, y donde, lamentablemente, la corrupción a veces puede desempeñar un papel en la vida cotidiana.

El resto del viaje lo pasamos discutiendo la importancia del estado de derecho y cómo forma la confianza de la sociedad en sus instituciones. Fue un momento de aprendizaje para ambas, no solo sobre los países de cada una, sino también sobre los valores y expectativas que guían nuestras sociedades.

Para cuando llegamos a casa, no solo había pagado por mi distracción con una multa por exceso de velocidad, sino que también habíamos ganado una comprensión más profunda de nuestros respectivos orígenes. Fue un recordatorio conmovedor de cómo los viajes y la amistad pueden trascender el simple compartir experiencias: también pueden ampliar nuestras perspectivas y desafiar nuestras suposiciones.