«¿Por Qué Te Has Vuelto Tan Cariñosa de Repente, Esperando una Herencia?» Preguntó la Abuela

«¿Por qué te has vuelto tan cariñosa de repente, esperando una herencia?» preguntó la abuela, con un tono de sospecha en su voz. Emilia sintió una punzada de culpa pero rápidamente la apartó. Tenía sus razones para visitar más a menudo, pero no eran tan egoístas como pensaba su abuela.

Emilia siempre había estado cerca de su abuela, pero la vida se había interpuesto. La universidad, un trabajo exigente y la vida ajetreada de la ciudad la habían mantenido alejada. Pero ahora, con la salud de su abuela en declive, Emilia sentía una urgencia por reconectar.

«¿Por qué no vienes a visitarnos?» preguntó Juan, el padre de Emilia, por teléfono una noche. «El aire es más limpio aquí en el campo, más fresco. María te cuidará, y nuestros vecinos son médicos. Yo estaré contigo.»

Emilia dudó. Amaba la ciudad y sus comodidades. La idea de pasar tiempo en el tranquilo pueblo rural donde creció era tanto reconfortante como inquietante. Pero sabía que su padre tenía razón; su abuela la necesitaba.

«Está bien, papá. Iré este fin de semana,» finalmente accedió Emilia.

El viaje al campo fue largo y lleno de recuerdos. Emilia recordaba los veranos en casa de su abuela, el olor a galletas recién horneadas y el sonido de los grillos por la noche. Pero esos días parecían haber sido hace una eternidad.

Cuando Emilia llegó, fue recibida por su padre y María, su madrastra. Parecían cansados pero aliviados de verla.

«Gracias por venir,» dijo Juan, abrazándola fuertemente. «Significa mucho para tu abuela.»

Emilia asintió, sintiendo un nudo en la garganta. Entró en la casa y encontró a su abuela sentada en su silla favorita junto a la ventana, mirando al jardín.

«Hola, abuela,» dijo Emilia suavemente.

La abuela se volvió para mirarla, sus ojos llenos de una mezcla de alegría y sospecha. «Emilia, es bueno verte,» dijo con voz débil pero cálida.

Durante los días siguientes, Emilia se instaló en una rutina. Ayudaba a María con las tareas del hogar, cocinaba comidas y pasaba tiempo con su abuela. Hablaban sobre viejos tiempos, compartían historias y reían juntas. Pero siempre había una tensión subyacente.

Una noche, mientras estaban sentadas en el porche viendo la puesta de sol, la abuela se volvió hacia Emilia y le preguntó: «¿Por qué te has vuelto tan cariñosa de repente? ¿Estás esperando una herencia?»

Emilia se quedó atónita. «No, abuela. Solo quiero estar aquí para ti,» respondió honestamente.

La abuela suspiró. «Espero que eso sea cierto, Emilia. He visto a demasiada gente cambiar cuando hay dinero de por medio.»

Emilia sintió un nudo en el estómago. Sabía que tenía que demostrar que sus intenciones eran genuinas.

Los días se convirtieron en semanas y Emilia continuó cuidando a su abuela. Pero a pesar de sus esfuerzos, la salud de su abuela seguía empeorando. Los médicos hicieron lo que pudieron, pero estaba claro que el tiempo se estaba acabando.

Una noche, mientras Emilia estaba sentada junto a la cama de su abuela, sosteniendo su mano, la abuela susurró: «Gracias por estar aquí, Emilia.»

Las lágrimas llenaron los ojos de Emilia. «Te quiero, abuela,» dijo suavemente.

La abuela sonrió débilmente y cerró los ojos por última vez.

Emilia se quedó en el campo unos días más para ayudar con los arreglos del funeral. La casa se sentía vacía sin la presencia de su abuela. Mientras hacía las maletas para regresar a la ciudad, encontró una carta dirigida a ella con la letra de su abuela.

«Querida Emilia,

Sé que mi pregunta te hirió y lo siento. Necesitaba estar segura de que tus intenciones eran puras. Gracias por demostrarme que estaba equivocada. Te quiero más de lo que las palabras pueden decir.

Con amor,

Abuela»

Emilia apretó la carta contra su pecho, con lágrimas corriendo por su rostro. Había venido al campo para reconectar con su abuela y había encontrado algo aún más valioso: cierre y una comprensión más profunda del amor.

Mientras conducía de regreso a la ciudad, Emilia se dio cuenta de que la vida nunca sería igual sin su abuela. Pero también sabía que los recuerdos que habían compartido permanecerían con ella para siempre.