El Fallido Plan Matrimonial de la Joven Novia
En el corazón de España, donde el sol se pone sobre vastas extensiones de tierra y el ganado pasta tan lejos como alcanza la vista, vivía un anciano granjero llamado Elías. Era una leyenda en sí mismo, habiendo construido un imperio ganadero desde cero. Su rancho, extendiéndose por miles de hectáreas, era la envidia de todo granjero aspirante en la provincia. A pesar de su éxito, Elías vivía solo, desde que su esposa falleció hace muchos años, sin tener hijos que pudieran heredar su enorme propiedad.
Entonces apareció Ariadna, una joven mujer con ambición en sus ojos y un plan en su corazón. Creció escuchando historias sobre la riqueza de Elías y lo vio como una oportunidad para un futuro seguro. Ariadna era hermosa y encantadora, y no le llevó mucho tiempo captar la atención del anciano granjero. A pesar de la significativa diferencia de edad, Elías se enamoró de Ariadna, y en unos pocos meses se casaron.
Ariadna se convenció a sí misma de que podía desempeñar el papel de una esposa devota hasta la inevitable muerte de Elías, después de la cual heredaría su fortuna y viviría la vida que siempre había soñado. Sin embargo, subestimó la astucia de Elías.
Elías, a pesar de su avanzada edad, seguía siendo perspicaz. Desde el principio vio a través de las intenciones de Ariadna, pero no dijo nada. En su lugar, decidió enseñarle una lección de humildad y el valor de las verdaderas relaciones. Sin su conocimiento, Elías se reunió con su abogado, Jacobo, para hacer cambios en su testamento. Jacobo, un amigo de toda la vida de Elías, le aconsejó sabiamente, asegurando que sus últimos deseos fueran legalmente sólidos e indiscutibles.
Los meses se convirtieron en años, y Ariadna desempeñó su papel sin fallas, volviéndose cada vez más impaciente. Una fría mañana de diciembre, Elías murió pacíficamente en su sueño. Ariadna, aunque fingió estar de luto, apenas podía ocultar su emoción ante la perspectiva de heredar el rancho y la riqueza que conllevaba.
Llegó el día de la lectura del testamento, y Ariadna, junto con algunos parientes lejanos y los amigos más cercanos de Elías, incluido Jacobo, se reunieron en el gran salón del rancho. Cuando Jacobo comenzó a leer el testamento, la sonrisa de Ariadna tembló y luego desapareció por completo.
Para su shock y decepción, Elías había dejado el rancho y la mayor parte de su patrimonio a una fundación dedicada a la protección de la naturaleza y al apoyo de la agricultura local. Ariadna recibió una modesta pensión mensual, apenas suficiente para mantener el estilo de vida al que se había acostumbrado durante su matrimonio. La carta de Elías, adjunta al testamento, expresaba la esperanza de que encontrara satisfacción en la vida más allá de la riqueza material y aprendiera a apreciar la belleza de las relaciones sinceras y el trabajo duro.
Ariadna estaba devastada. Su plan se había desvanecido en la nada, dejándola con nada más que una lección sobre la avaricia y las consecuencias de subestimar a aquellos a quienes intentó engañar.