«La Antigua Llama de Mi Marido Volvió a la Ciudad: ¿Y Si Sus Sentimientos por Ella Renacen?»
Era tercero de primaria cuando conocí a Felipe. Era el nuevo en la escuela, y por alguna razón, me sentí instantáneamente atraída por él. Tal vez era su sonrisa tímida o la forma en que siempre ayudaba a los demás sin que se lo pidieran. Fuera lo que fuera, me encontraba soñando despierta con él, imaginándonos creciendo juntos y viviendo felices para siempre.
Pasaron los años, y mis sentimientos por Felipe solo se hicieron más fuertes. Fuimos a la misma secundaria y preparatoria, y aunque nunca fuimos más que amigos, siempre mantuve la esperanza de que algún día me vería como algo más que una compañera de clase.
Después de la preparatoria, Felipe y yo tomamos caminos separados para la universidad, pero mantuvimos el contacto. Nos encontrábamos ocasionalmente durante las vacaciones, y cada vez, mi corazón latía con la misma intensidad que en tercero de primaria. Finalmente, después de años de amistad, Felipe confesó que también tenía sentimientos por mí. Era un sueño hecho realidad. Empezamos a salir, y unos años después, nos casamos.
Nuestra vida juntos era todo lo que siempre había esperado. Compramos una casa acogedora en un barrio tranquilo, adoptamos un perro llamado Max, y nos instalamos en una rutina cómoda. Pensé que nada podría interponerse entre nosotros. Pero entonces, de la nada, la antigua llama de Felipe, Clara, volvió a la ciudad.
Clara fue la novia de Felipe en la preparatoria. Salieron durante un par de años antes de romper justo antes de la graduación. Sabía de ella, por supuesto, pero siempre había asumido que era solo parte del pasado de Felipe. Cuando Felipe me dijo que Clara había vuelto y que se había puesto en contacto con él, sentí una punzada de celos y miedo.
Felipe me aseguró que no había nada de qué preocuparse. Dijo que solo estaban poniéndose al día como viejos amigos, y que sus sentimientos por ella habían desaparecido hace mucho. Pero a medida que pasaban las semanas, noté un cambio en él. Parecía distraído, a menudo perdido en sus pensamientos, y empezó a pasar más tiempo fuera de casa. Cuando le pregunté al respecto, lo desestimó, diciendo que estaba ocupado con el trabajo.
Una noche, decidí confrontarlo. No podía seguir guardando mis miedos. «Felipe, ¿sigues enamorado de Clara?» le pregunté, con la voz temblorosa.
Me miró, con los ojos llenos de una mezcla de culpa y tristeza. «Nora, no lo sé,» admitió. «Verla de nuevo ha traído muchos recuerdos y sentimientos antiguos. Nunca quise que esto pasara, pero no puedo negar que estoy confundido.»
Sus palabras me golpearon como una tonelada de ladrillos. Siempre había creído que nuestro amor era inquebrantable, pero ahora me enfrentaba a la posibilidad de perderlo a alguien de su pasado. No sabía qué hacer. ¿Debería luchar por nuestro matrimonio, o debería dejarlo ir y esperar que volviera a mí por su cuenta?
Los días se convirtieron en semanas, y la tensión entre nosotros creció. Felipe pasaba cada vez más tiempo con Clara, y sentía que lo perdía un poco más cada día. Intenté mantenerme ocupada, sumergiéndome en el trabajo y en mis aficiones, pero nada podía llenar el vacío que crecía en mi corazón.
Una noche, Felipe llegó tarde a casa. Parecía exhausto, y podía ver el peso de su indecisión en sus ojos. «Nora, necesitamos hablar,» dijo, con la voz apenas por encima de un susurro.
Nos sentamos, y tomó mi mano. «Te amo, Nora. Siempre te he amado, y siempre te amaré. Pero no puedo ignorar estos sentimientos por Clara. Necesito averiguar qué significan, y no puedo hacerlo mientras siga aquí contigo.»
Las lágrimas corrían por mi rostro al darme cuenta de lo que estaba diciendo. Se iba. «Felipe, por favor,» supliqué. «No hagas esto. Podemos superar esto juntos.»
Pero en el fondo, sabía que necesitaba irse. Necesitaba encontrar sus propias respuestas, y no podía interponerme en su camino. «Lo entiendo,» susurré, con el corazón roto.
Felipe hizo su maleta y se fue esa noche. Mientras lo veía alejarse en su coche, sentí una sensación de vacío que nunca había conocido antes. Nuestra historia de amor, la que había soñado desde tercero de primaria, había terminado. Y me quedé recogiendo los pedazos de mi corazón destrozado.