Brian le dijo a Valentina: «No necesitas un hijo, no puedes manejarlo. Dalo en adopción. Es mejor para todos.»

El embarazo de Valentina había sido un rayo de esperanza para su familia. A los veintiocho años, estaba en la flor de su vida y todo parecía ir perfectamente. Su esposo, Brian, estaba apoyándola y emocionado por convertirse en padre. Habían preparado la habitación del bebé, asistido a clases prenatales e incluso elegido un nombre para su hijo—Carlos.

Carmen, la tía de Valentina, había sido una fuente constante de apoyo durante el embarazo. «Valentina estaba radiante,» recuerda Carmen. «No tuvo náuseas matutinas, su presión arterial era perfecta y cada ecografía mostraba un bebé sano. Todos estábamos muy emocionados.»

Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha de parto, Valentina comenzó a sentirse inquieta. No podía precisar por qué, pero algo no se sentía bien. Su médico le aseguró que todo estaba bien, pero Valentina no podía quitarse de encima la sensación de que algo malo iba a suceder.

El día del parto llegó y Valentina entró en trabajo de parto de manera natural. Pero después de varias horas, quedó claro que algo andaba mal. La frecuencia cardíaca del bebé estaba bajando y Valentina estaba en un dolor insoportable. El equipo médico decidió realizar una cesárea de emergencia.

La cirugía fue tensa. Carlos nació con el cordón umbilical alrededor del cuello y no estaba respirando. Los médicos lo llevaron rápidamente a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCI neonatal) mientras Valentina era suturada y llevada a recuperación.

Brian estaba fuera de sí de preocupación. Pasó horas paseando por los pasillos del hospital, dividido entre quedarse con su esposa y revisar a su recién nacido. Carmen trató de consolarlo, pero su propia ansiedad era palpable.

La recuperación de Valentina fue lenta y dolorosa. Desarrolló una infección en el sitio quirúrgico y tuvo que quedarse en el hospital más tiempo del esperado. Mientras tanto, Carlos permanecía en la UCI neonatal, luchando por su vida.

Los días se convirtieron en semanas y el estrés comenzó a pasar factura a todos. Valentina estaba abrumada por la culpa y el miedo. Sentía que había fallado como madre antes incluso de tener la oportunidad de empezar. Brian, quien siempre había sido su apoyo incondicional, comenzó a distanciarse emocionalmente.

Una noche, mientras Valentina yacía en su cama del hospital, Brian entró con una expresión sombría. «Necesitamos hablar,» dijo en voz baja.

El corazón de Valentina se hundió. Sabía lo que venía pero no estaba preparada para escucharlo.

«Valentina,» comenzó Brian, «no creo que podamos hacer esto. No necesitas un hijo; no puedes manejarlo. Dalo en adopción. Es mejor para todos.»

Lágrimas rodaron por el rostro de Valentina mientras escuchaba las palabras de su esposo. Sentía que su mundo se desmoronaba a su alrededor. Quería gritar, luchar por su hijo, pero estaba demasiado débil—física y emocionalmente.

Carmen trató de intervenir, pero Brian estaba decidido. Creía que dar a Carlos en adopción era la mejor decisión para su familia. Argumentó que no estaban equipados para manejar un niño con posibles problemas de salud y que sería injusto para Carlos crecer en un ambiente tan estresante.

Valentina se sentía atrapada. Amaba a su hijo más que a nada pero no podía negar que estaba luchando. La infección la había dejado postrada en cama y no podía ni siquiera sostener a Carlos sin ayuda.

Después de muchas noches sin dormir y conversaciones llenas de lágrimas, Valentina aceptó a regañadientes el plan de Brian. Contactaron con una agencia de adopción y comenzaron el desgarrador proceso de dar a su hijo en adopción.

Carlos fue colocado con una familia amorosa que podía proporcionarle el cuidado y la atención que necesitaba. Valentina y Brian regresaron a casa con el corazón pesado por la pérdida y el arrepentimiento.

Carmen permaneció al lado de Valentina, ofreciéndole apoyo y amor mientras intentaba reconstruir su vida. Pero el dolor de perder a Carlos nunca desapareció realmente. Valentina a menudo se encontraba preguntándose qué podría haber sido si las cosas hubieran salido de otra manera.