«Mi Exmarido Intentó Sacar Trapos Sucios Sobre Mí: Pero Su Plan Fracasó»

Mi hija, Lucía, estudia en casa, lo que significa que pasa la mayor parte del día en casa. Este arreglo funciona bien para nosotras, ya que me permite supervisar de cerca su educación mientras equilibro mi trabajo desde casa. Sin embargo, también significa que su padre, mi exmarido, tiene más oportunidades de interactuar con ella de las que yo preferiría.

Una tarde, durante mi descanso para el almuerzo, decidí llamar a Lucía. Marqué su número y esperé a que su alegre voz contestara.

«¡Hola, cariño! ¿Cómo va tu día?» pregunté.

«Bien, mamá. Terminé mi tarea de matemáticas y ahora estoy trabajando en mi proyecto de ciencias,» respondió con entusiasmo.

«¡Eso es genial! ¿Has comido ya?» inquirí.

«Sí, papá trajo pizza,» dijo casualmente.

Me quedé atónita. Mi exmarido, Javier, tenía un historial de tomar decisiones impulsivas, y siempre estaba alerta a su influencia sobre Lucía. Habíamos acordado que solo la visitaría los fines de semana, pero parecía que había decidido venir sin avisar.

«¿Te dijo por qué vino?» pregunté, tratando de mantener un tono neutral.

«Dijo que me echaba de menos y quería pasar un rato conmigo,» explicó Lucía.

No pude evitar sentir una punzada de frustración. Las visitas repentinas de Javier se estaban volviendo más frecuentes, y sospechaba que tenía motivos ocultos. Nuestro divorcio había sido complicado, y siempre había estado decidido a hacerme la vida difícil.

Más tarde esa noche, después de que Lucía se hubiera ido a la cama, recibí una llamada de Javier. Su voz estaba cargada de autosuficiencia mientras hablaba.

«Espero que no te importe que haya pasado hoy,» dijo.

«Javier, acordamos solo los fines de semana. No puedes aparecerte cuando te apetezca,» respondí, tratando de mantener la compostura.

«Oh, vamos. A Lucía le encanta verme. Además, tengo todo el derecho de ver a mi hija,» replicó.

Sabía que no tenía sentido discutir con él. Javier siempre había sido manipulador y prosperaba creando caos. Pero no podía quitarme de la cabeza la sensación de que había más en sus visitas que solo querer ver a Lucía.

Durante las siguientes semanas, las visitas de Javier se volvieron aún más frecuentes. Traía comida rápida para el almuerzo, llevaba a Lucía a tomar helado e incluso la ayudaba con sus proyectos escolares. Aunque Lucía parecía feliz de pasar tiempo con su padre, no podía ignorar la persistente sospecha de que estaba tramando algo.

Una noche, mientras revisaba algunos documentos, me encontré con una carpeta que Javier había dejado durante una de sus visitas. La curiosidad me ganó y la abrí. Dentro había copias de correos electrónicos, mensajes de texto e incluso fotos mías con amigos y colegas. Estaba claro que Javier había estado investigando mi vida personal, tratando de encontrar algo que pudiera usar en mi contra.

Mi corazón se hundió al darme cuenta del alcance de su plan. Estaba tratando de reunir pruebas para pintarme como una madre no apta con el fin de obtener la custodia total de Lucía. La idea de perder a mi hija era insoportable.

Confronté a Javier la próxima vez que vino. «¿Qué es esto?» exigí, sosteniendo la carpeta.

Él sonrió con suficiencia. «Solo haciendo un poco de investigación. Nunca se sabe qué puede ser útil.»

«Estás tratando de quitarme a Lucía,» lo acusé, con la voz temblando de ira.

«Bueno, si no tienes nada que ocultar, entonces no tienes nada de qué preocuparte,» respondió con indiferencia.

A pesar de mis esfuerzos por proteger mi privacidad y mantener un entorno estable para Lucía, la implacable búsqueda de Javier por sacar trapos sucios sobre mí pasó factura. Presentó sus supuestas pruebas en el tribunal, tergiversando la narrativa para hacerme parecer irresponsable y negligente.

Al final, el juez falló a favor de Javier. Le otorgaron la custodia total de Lucía y yo quedé devastada. Mis peores temores se habían hecho realidad y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo.

Mientras veía a Lucía irse con su padre, con lágrimas corriendo por mi rostro, no podía dejar de preguntarme cómo las cosas habían salido tan mal. El plan de Javier había tenido éxito y yo me quedé recogiendo los pedazos de mi vida destrozada.