«Eché a la Tía de Mi Marido: Su Grosería No Tenía Límites»
Cuando Juan y yo nos casamos, fue una ceremonia pequeña e íntima. Tuvimos a algunos amigos cercanos y familiares, pero no todos pudieron asistir. Una ausencia notable fue la de la tía de Juan, Linda, que estaba viajando al extranjero en ese momento. Había oído mucho sobre ella por parte de Juan y su familia, pero nunca la había conocido en persona.
Unos meses después de nuestra boda, Juan recibió una llamada de su madre. «Linda ha vuelto a la ciudad y realmente quiere conocerte,» dijo. «Después de todo, estaba fuera del país cuando tú y Juan os casasteis y no pudo asistir a vuestra boda.» Estaba emocionada de finalmente conocer a esta mujer que parecía ser una parte tan importante de la vida de Juan.
Organizamos que Linda viniera a cenar un sábado por la noche. Pasé todo el día preparando una comida especial, queriendo que todo fuera perfecto. Cuando Linda llegó, al principio parecía bastante agradable. Abrazó a Juan con fuerza y me dio una sonrisa educada. Pero a medida que avanzaba la noche, su verdadera personalidad comenzó a mostrarse.
Empezó con pequeños comentarios. «Oh, ¿no hiciste esto desde cero?» preguntó mientras probaba la sopa que había preparado. «Yo siempre hago mi propio caldo.» Lo dejé pasar, pensando que solo intentaba hacer conversación. Pero luego empezó a criticar todo. La decoración de nuestra casa, la forma en que me vestía, incluso la forma en que hablaba.
«Juan, podrías haberlo hecho mucho mejor,» dijo en un momento, mirándome directamente. «Quiero decir, ella es lo suficientemente agradable, pero no es exactamente lo que esperaba para ti.» Sentí mi cara enrojecer de vergüenza y rabia. Juan intentó cambiar de tema, pero Linda no lo dejaba pasar.
A medida que avanzaba la noche, sus comentarios se volvieron cada vez más hirientes. Criticó mi cocina, mis elecciones profesionales e incluso a mi familia. «He oído que tus padres están divorciados,» dijo con desdén. «Eso debe haber sido difícil para ti. No me extraña que seas tan… insegura.»
No pude soportarlo más. «Linda, ya basta,» dije, tratando de mantener mi voz firme. «No has sido más que grosera desde que entraste por la puerta. Si no puedes ser respetuosa, entonces tienes que irte.»
Linda pareció sorprendida por un momento, luego su rostro se torció en una mueca de desprecio. «¿Cómo te atreves a hablarme así?» escupió. «Soy familia. No puedes simplemente echarme.»
Pero lo hice. Me levanté y abrí la puerta principal. «Vete,» dije con firmeza. «Ahora.»
Linda salió furiosa, murmurando entre dientes sobre lo desagradecida que era yo. Juan parecía debatirse entre la ira y la vergüenza. «Lo siento,» dijo en voz baja después de que ella se fue. «No sabía que sería así.»
Pero el daño ya estaba hecho. La noche que se suponía nos acercaría más había creado una brecha entre nosotros. La relación de Juan con su tía se tensó, y yo me sentí culpable por causar tensión en su familia. Pero no podía arrepentirme de haberme defendido.
En las semanas siguientes, Juan y yo intentamos superar el incidente, pero permanecía como una nube oscura sobre nuestra relación. Cada vez que discutíamos, el nombre de Linda salía a relucir, un recordatorio de esa horrible noche.
Al final, nuestro matrimonio no pudo soportar la tensión. Nos separamos un año después, y aunque hubo muchos factores que llevaron a nuestra ruptura, no pude evitar sentir que la visita de Linda había sido el principio del fin.