El césped no siempre es más verde: La búsqueda de la perfección por parte de Justino

Justino siempre había creído que quería más. Más que la vida cómoda, aunque un poco caótica, que compartía con su primera esposa, Ana. Ana, con su cabello indomable y su rostro sin maquillaje, tenía un tipo de belleza que no necesitaba ningún adorno. Su casa, al igual que Ana, era cálida y acogedora, llena del aroma de la comida fresca y de risas. Pero, con el tiempo, Justino comenzó a desear algo diferente, algo que consideraba mejor.

Entonces apareció Victoria, la encarnación de todo lo que Ana no era. Victoria era sofisticada, con un armario lleno de etiquetas de diseñador y un régimen de belleza que aseguraba que siempre luciera impecable. Su casa era inmaculada, lo que representaba un fuerte contraste con el calor confortable de la casa que compartía con Ana. No pasó mucho tiempo antes de que Justino fuera atraído por el encanto de Victoria y, sin mucha vacilación, dejó a Ana, creyendo que había encontrado la felicidad que le faltaba en la vida.

Inicialmente, la vida con Victoria parecía ser un sueño. Justino disfrutaba de las miradas envidiosas que atraían cuando salían y estaba orgulloso de su casa impecable. Pero, a medida que los días se convertían en meses, Justino comenzó a notar el vacío que se escondía bajo la superficie de su vida aparentemente perfecta. Victoria, con su agenda social ocupada y su constante necesidad de perfección, raramente tenía tiempo para los placeres simples que Justino una vez consideró una certeza.

Justino comenzó a anhelar las comidas cocinadas por Ana, la forma en que reía de sus bromas y cómo siempre encontraba tiempo para las pequeñas cosas que daban sentido a la vida. Se dio cuenta de que su casa, una vez llena del aroma de la comida fresca y el sonido de la risa, ahora era solo un espacio, hermoso, pero carente de calor y amor.

Mientras Justino se ocupaba de cocinar y limpiar, tratando de traer un poco de calor a su hogar, no pudo evitar sentir un creciente sentimiento de arrepentimiento. Extrañaba el desorden de su vida con Ana, el confort de saber que era amado por lo que era, no por la imagen que presentaba al mundo.

Una noche, mientras Justino lavaba los platos después de una comida que había preparado solo, no pudo escapar del sentimiento de soledad que lo rodeaba. Victoria estaba fuera de casa, como solía suceder, y el silencio de su hogar perfecto era ensordecedor. En ese momento, Justino se dio cuenta del verdadero precio de su búsqueda de la perfección. Había renunciado a las cosas que realmente lo hacían feliz en la búsqueda de un ideal que, al final, lo hizo sentir más solo que nunca.

A medida que pasaban los días, el arrepentimiento de Justino solo se profundizaba, pero sabía que no había vuelta atrás. Ana había seguido adelante, encontrando la felicidad en una vida que era auténticamente suya, mientras que Justino se vio obligado a reflexionar sobre la antigua lección de que el césped no siempre es más verde al otro lado.